Esa daga que le clavaste sin darte cuenta permanece en la herida de manera virtual. No hay quien pueda sacarla. Algunos amigos lo han intentado con fervientes exhortaciones a favor del olvido. Otros, han dicho que veían el filo cortante hundido en la carne, que lo veían materialmente, aún cuando se lo imaginaban. Hubo quienes le echaron agua bendita al tipo para limpiarle la sangre. Otros lo escucharon contar el ataque con la boca abierta y los ojos grandes como dos pochoclos.
Y vos tan pancho, tan en paz, sintiéndote el héroe de la vida, cuando tu amigo quedó tendido y llorándote.
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