5.11.20

Nada diré sobre qué es el alma

No sabe uno cuándo se corta el hilo, se marcha el amigo por otro camino o se vuelve póstumo el hasta luego cotidiano.

Qué no daría yo por escucharte hablar de milagros. Recogería cada sílaba que cayese de tu boca en una taza y la bebería como un té, como un té que se sostiene largamente entre las manos para descongelarlas.

Pero es mentira mi amor.

Cuando tuvo cuerpo se escapaba. 
Alternaba los lunes con otro amante, con mi propio ombligo o con la necesidad acuciante de hacerte falta.

Ya ves qué indecorosa es la sinceridad.
Sin embargo, me alegra tanto el haber casi amado. Porque quemo mis recuerdos en su fuego y eso que todos fuimos en aquellos años, sube como incienso hacia un cielo más grande. 

Ya no veremos a muchos compañeros, ya no nos llegarán más sus mensajes ni sus libros ni sus cartas. Pero su sonrisa franca, su dulzura, sus tenacidades las llevamos grabadas en el alma.

No voy a despedirme, por si acaso.



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